La experiencia estética a través de lo precario

 

La realidad no tiene estilo ni talento.

André Malraux

 

El presente escrito plantea una justificación a la idea, creación y producción de una serie de obras, estas bajo el enunciado de una nueva concepción del dibujo en el arte contemporáneo, en las que se esboza a grandes rasgos un sistema de producción estética que toma como eje central en su proceso creativo la precariedad. 



La experiencia estética a través de lo precario




La estética a través de los años ha ido modificando sus diversas doctrinas de acuerdo a los diversos teóricos que han propuesto, formulado o negado alguna teoría estética, tenemos por ejemplo Cartas para la educación estética del hombre (1794) de Friedrich Von Schiller donde se propone el concepto de la educación estética como el concepto de una elevación del hombre por medio del arte a una instancia superior, dotando al arte de una autonomía, inspirada en Kant, carente de implicaciones morales u obligaciones hacia la sociedad, entrando así en la profundidad donde reconocemos la verdad, y allí aparece lo sublime. O también, es preciso mencionar, a Étienne Souriau quien plantea en una Instauración estética y los diferentes modos de existencia (“Les différents modes d'existence”, 1943) un pensamiento modal donde está presente la importancia de aprender a modular nuestra inteligencia para poder atender todos los modos de existencia y poder saltar de uno a otro con elegancia y sin perder la compostura, parte pues Souriau de suponer un universal estado de inacabamiento, un generalizado estar en el proceso de lograrse -o malograrse. Eso es lo que él denomina “el inacabamiento existencial de todas las cosas”. 



La experiencia estética a través de lo precario



“Nada -dice Souriau- ni siquiera nosotros mismos- nos es dado más que a medias, en una penumbra donde se debate lo inacabado, donde nada tiene ni plenitud de presencia, ni evidente fatuidad, ni total cumplimiento, ni existencia plena”. Todo, y cuando decimos “todo” es todo, se halla en trayecto, en inacabable pero orientada definición. Es lo que es, efectivamente, pero puede ser algo mejor, mucho mejor y esa apuesta nos revela tanto una esperanza como un poder ser. Todo lo que hay, incluidos nosotros mismos exige, por tanto, lo que  Souriau llama una “acción instauradora”. En la instauración empleamos a fondo aquello de que disponemos, nuestras más características capacidades tanto para hacernos nosotros mismos como para hacer el mundo. Los dioses, decía Paul Valery, nos regalan el primer verso de cada una de nuestras composiciones, pero el resto es cosa nuestra, del resto hay que hacerse cargo. 



La experiencia estética a través de lo precario



Este trayecto de ser, este nosotros mismos, es la conjunción de dos grupos de sensaciones expresadas: el primero manifestado en estructuras aprióricas dependientes de la sensibilidad impuestas por el sujeto a todo aquello que pueda ser experimentado, es decir, una forma a priori de sensibilidad: el espacio y el tiempo, según Kant, no son rasgos que las cosas tengan independientemente de nuestro conocimiento de ellas; el espacio y el tiempo son las formas a priori de la sensibilidad externa (o percepción de las cosas físicas) y el tiempo la forma a priori de la sensibilidad interna (o percepción de la propia vida psíquica). Estas representaciones no tienen un origen empírico, es decir no se extraen de la experiencia sensible, sino que son su condición de posibilidad. Gracias a estas formas de la sensibilidad, el sujeto cognoscente estructura las sensaciones proyectando todo lo conocido en la dimensión espacio–temporal (las cosas físicas en el espacio–tiempo y los fenómenos psíquicos en la dimensión meramente temporal). Y por otro lado tenemos el grupo de sensaciones resultado del conocimiento obtenido a través de la experiencia sensible; aísthesis. 


Proyectar esta visión, este universal estado de inacabamiento, de los cuerpos y objetos,  a través de una experiencia sensible resulta pues atractivo al tratarse de un estado dilatado de carencia, ¿se podría hablar entonces de una experiencia estética a través de lo precario? ¿Y por qué? Lo precario es algo que nos atañe como sociedad capitalista, puesto que este modelo económico no solo aumenta el índice de situaciones en las que se carece, sino que también alarga la brecha que supone una mala distribución de las riquezas sectorizando determinadas clases socioeconómicas en las cuales las carencias se hacen presentes en el cotidiano. Hablar aquí de lo precario sería muy vasto debido a la amplitud del término, así que nos centraremos al hablar de “precariedad” en la coyuntura de las construcciones improvisadas y en los sujetos que habitan las calles; esto tras un exhaustivo análisis de las situaciones cotidianas con las que me encuentro al habitar en uno de los distritos más poblados del país y al estudiar en el centro de Lima, que es tal vez, a consideración mía, una de las ciudades capital más caótica, improvisada, y sin una planificación social, demográfica o arquitectónica.  



Este artículo fue realizado por el artista Kervin Calle


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