Anteriormente, en un artículo relacionado a la globalización,
comenté que, ante el desarrollo de la tecnología, las cosas se han ido
transformando; progresivamente lo digital ha ido sustituyendo lo tradicional,
campos como el arte han sido ejemplos claros de lo que digo, donde ahora, el diseño
por softwares y hardwares permiten al artista, expresar su talento a través de
la tecnología; economizando en materiales y aprovechando mejor los recursos.
Asimismo, también la música ha ido cambiando
paulatinamente, llegando al punto de no necesitar músicos para grabar una
canción, ya que a través de recursos MIDI, el productor puede “crear” una
canción desde cero él mismo.
No se puede negar que la evolución de la tecnología,
le ha permitido al ser humano hacerse de más recursos en un menor tiempo,
recursos como la educación; ya que, literalmente, tenemos el acceso a la
información en la punta del dedo.
Sin embargo, qué sucede con otros aspectos de la
cultura del humano, enfocándonos en la literatura, también este campo está sufriendo
cambios. En cierto sentido, es más cómodo tener cientos de libros en un solo
dispositivo que ocupen poco espacio, que varios estantes llenos de libros, que
seguramente, de no ser leídos, sufrirán los golpes del tiempo y del ambiente, deteriorándose
lentamente y entre sus páginas, perdemos, no solo la información que contiene,
sino el trabajo de las personas detrás de su elaboración.
Además de los libros digitales, son también los
audiolibros una nueva manera en la que la literatura forma parte de nuestras
vidas.
No obstante, siempre sucede que, al tener un libro
entre manos, la sensación es única, ya se trate de un libro nuevo o de segunda
mano, ambos cuentan con olores característicos, de repente, en una suerte de
bibliofilia o retrofilia, es satisfactorio comenzar a leer un libro.
Ante un mundo
globalizado, el reemplazo del papel por lo digital produce un impacto positivo
en el medio ambiente, es una idea seductora frente a una crisis ecológica, pero,
el hecho de disponer de más información no asegura que mejoremos el
razonamiento crítico. E inmersos en la globalización, es inevitable no caer en
el vacío del consumo exagerado, solo para sentirnos mejor, leyendo un libro en
PDF, engañándonos con el discurso de que es por un bien al planeta.
Los libros como fuente de historia y cultura, forman
parte de las sociedades humanas, siendo que, desde antes de la invención de la
imprenta, ya se contaba con manuscritos que relataban historias.
Probablemente en futuros años ya no contemos con
libros en la forma como la conocemos, sino como ya dije, todo contenido en un dispositivo
no mayor a un celular. Cuando esta fase haya llegado, no solo nos despediremos
de las emociones causadas al pasar hoja por hojas y descubrir lo que la
siguiente pagina nos contará, sino que, con ellos, con los libros, se perderán
las librerías ambulantes, como los puestos a las espaldas de una universidad, o
como los bazares por las calles de la gran ciudad; porque para esas personas
los libros no solo son un negocio, forman parte de ellos, ellos, como la
persona que este leyendo este artículo, encuentra en un libro una historia de
la cual se siente parte.
Particularmente, no encuentro atractiva la idea de leer
a través de un Kindle, por ejemplo, sé que es una valoración muy
subjetiva, pero encuentro la lectura fría a través de la tecnología, cuando por
muchos años, la lectura pasando las hojas, resulta ser más cálida, más
placentera.
Es curioso cómo la relación entre el individuo y
objeto termina tornando en casi lo mismo a un amorío entre dos personas.
Surgen preguntas sobre cómo será el futuro respecto a
las cosas que nos hacen la vida más bonita como el arte, la música y la
literatura; y aunque la tecnología evolucione apresuradamente, dejando sin
lugar a la imaginación, el futuro puede que esté lejos aún, lejos para dejarnos
disfrutar aún de la expresión viva de un pincel sobre lienzo, de la melodía imperfectamente
afinada de un músico de calle o páginas de libros que siempre tienen historias
que narrar, más allá de lo que está escrito por el escribidor.
Sigamos disfrutando de esas cosas que nos dicen: la vida es bonita.
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