Esta es la historia de las
famosas “chanchitas “en Perú que realizan un grupo de vecinos de un
asentamiento humano, ubicado en el distrito de Carabayllo, para no “morir de
hambre”.
Mientras que el presidente
Francisco Sagasti emitía un mensaje inesperado a la nación ese martes 26 de
enero del 2021, un grupo de madres de familia se encontraba en un pequeño
“corralito”, como le llaman, que ha sido habilitado para cocinar diariamente y poner
en marcha una de las famosas “ollas comunes” en la capital Limeña. Las paredes
con materiales prefabricados son de color verde, sí, el color que representa la
esperanza de aproximadamente 70 familias que juntan lo poco que tienen para
comer al menos una vez al día.
Un informe de la Organización
Internacional del Trabajo arrojó que el efecto de la pandemia de coronavirus
sobre el empleo va a ser “devastador” y superará con altos porcentajes lo
sucedido durante la crisis financiera de 2008-2009. Esta situación se ha
complicado doblemente para los trabajadores informales. En Lomas de Carabayllo,
decenas de personas empezaban sus pequeños negocios en casa; tales como
peluquerías, restaurantes o pequeñas bodegas que han tenido que cerrar sin
antes tramitar un permiso de funcionamiento, debido al confinamiento en el
2020.
La “chanchita”, como le llaman en
Perú, es una jerga utilizada en país para denominar a una junta colectiva de
monedas para realizar cierta acción, en este caso, para comer. “Aquí en Lomas
hacemos las chanchitas, así le decimos, para poder comer”, cuenta con un
sonrisa la señora María Mollo, quien es una de las mujeres líderes de estas
juntas y apoya diariamente en la cocina.
Por otro lado, a quien los
vecinos están agradecidos y denominaron “la mamá de todos”, es la señora Sandra
Silvano, la cocinera principal de la olla común del asentamiento “Los
Jardines”, quien nos invita a sentarnos en una sillas blanca de plástico, de
esas que se utilizan para alquileres en fiestas y cuando estamos instalados
empieza a relatar aquellos sucesos a los que, estoy segura, muchos somos
ajenos. Durante esos largos minutos, que
en realidad se hicieron eternos, agradecí contar con una mascarilla porque me
di cuenta de que quedé boquiabierta cuando expresó que muchas veces las madres
de familia han dejado de comer para dárselos a sus hijos.
“Aquí entre todos hemos puesto
ollas, tablas de picar viejas y los alimentos ya de donde lleguen”, cuenta la
señora Sandra y, además, reveló que muchas veces han tenido que recurrir al
mercado Huamantanga, uno de los más grandes mayoristas de Lima Norte, que está
ubicado en Puente Piedra, para pedirle alimentos que a los microempresarios.
“Algunos se niegan, pero la mayoría sí regalan porque saben pues, de la situación
que estamos viviendo por el Covid”, prosigue. Mientras cuenta ello, muy cerca
del lugar un grupo de niños empieza a correr con unos zapatos viejos y sin
mascarilla por los alrededores del lugar.
Son 70 familias que pueden
disfrutar del almuerzo diario y han logrado sobrevivir durante este tiempo de
pandemia. El coronavirus ha golpeado fuertemente a los más pobres. Desde lo
alto del cerro ubicado en Las Lomas de Carabayllo, a parte de esas paredes
prefabricadas en donde se encuentra un alimento para los más pobres, algunos
colocan las banderas blancas en señal de hambre. “Tenemos que hacer maravillas
para sustentar estos alimentos diarios”, contó la señora Sandra, pero es
evidente que no alcanza para todos.
Lo complicado es conseguir alguna
menestra, arroz o fideos que utilizarán para cocinar al día siguiente y al otro
también. Este virus, que se ha convertido en el enemigo invisible de todos, se
ha llevado amigos, familiares, vecinos; sin embargo, no solo mata personas,
sino que con ellas se llevan el amor, la esperanza en un pequeño negocio, la
tristeza de cerrar algún emprendimiento y en especial eliminan lugares de
trabajo en donde millones de peruanos encontraba el sustento de su hogar.
Publicar un comentario