Cuántos de nosotros alguna vez nos hemos sentido en el
aire cuando pensamos en una persona para nosotros especial, se nos “achina” la
piel, a veces los ojos se pulen en brillos, sentimos quizás lo mismo que la
embriaguez del alcohol.
Hay sensaciones más fuertes, que, tal vez, se
resuelvan en la pregunta si todo está bien. Las palabras, los gestos, cualquier
cosa se vuelve señal de algo mágico.
Cautivadora y enigmática magia, hay algo en esa
palabra que, enciende un fuego en los corazones. Empapa de alegría el alma y
dibuja sonrisitas repentinas en momentos ordinarios del día.
El día que mi corazón se detuvo, tuvo lugar entre
luces y ruidos, por primera vez vi su silueta, iluminada pero borrosa al mismo tiempo. Su
voz calma y su aroma dulce, persisten en mis sentidos al día de hoy.
Hasta aquel día, creía prescindible depositar la
confianza en otro ser humano. Sin embargo, aún no veo claras las razones que
lograron parar todo alrededor: tiempo, espacio; todos los elementos se
combinaron, me llevaron a morir, en una suerte de epifanía, desperté, dándome
cuenta que viví un hermoso y efímero sueño, sueño en el cual espero volver a caer.
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