La persecución

 

"Quien no tiene más que un momento que vivir, no tiene ya nada que ocultar"

                                                                                        (frase propia del autor)


 

Encontrábame en un rincón sentado y tenía la mirada perdida, además había un silencio sepulcral en toda la casa, tanto así que podía sentir el correr de la sangre por mis venas, frente a mí, se hallaba el cuerpo de mi madre, todo desangrado con la cabeza rota como si estuviese partida en dos.

 

Todos creen que soy culpable del asesinato, piensan que no estoy bien mentalmente, que estoy desequilibrado, pero ¿qué pienso yo?, solo sé que no estoy loco, solo soy un tipo nervioso, extremadamente diría yo, pero ¿loco?, loco no estoy.

 

Me llevaron a un hospital psiquiátrico, del cual pude escapar debido a mi inteligencia y sutileza; sin embargo, sentía muchas voces de personas que me seguían por todo el camino y que me culpaban por la muerte de mi madre. Siento tanto dolor y desesperación por no saber que hacer y como continuar con mi vida después de este suceso, ya que, nadie cree en mí y me persiguen como si fuera un monstruo, solo tengo una salida a todo esto...

 

He corrido demasiado que ya no siento mis piernas, a lo lejos veo un acantilado y acabo de tomar la decisión de suicidarme, pues, todos me culpan por algo que no cometí, ¿quieren saber que pasó?, pues entonces les contaré esta historia que tanto me aturde.

 

Eran los años 1920 y vivíamos en una casa de cimientos viejos, toda rústica, que nos había constado el esfuerzo de hacer algunas refacciones y sobretodo limpiarla, los vecinos que vivían en los alrededores decían que ese terreno donde se había edificado la casa, era inservible, es decir, que a pesar de poseer un gran espacio, incluso, para realizar plantaciones, era tierra infértil, porque antes de que se hubiese poblado ese espacio, habían ocurrido muchas tragedias, entre ellas, una guerra civil y que las personas que murieron habían sido enterradas por toda esa zona, incluyendo, toda el área donde los vecinos habían construido sus casas. Sin embargo, pese a las habladurías, no les prestamos importancia y la casa se adornó y pintó, a pesar de ello, tenía una esencia mística, que causaba cierto miedo a los desconocidos o visitantes que llegaban a casa.

 

Cuando cumplí los 17 años, mi padre se enfermó, no tenía mucho acercamiento hacia él así que no le tomé mucha importancia al asunto, solo recuerdo que el doctor que lo atendió, decía que él se encontraba sano, solo que tenía una fuerte depresión ocasionado por su falta de empleo, desde entonces, siempre permanecía en casa, recuerdo, que mi padre siempre estaba en un pequeño salón de la casa, solitario y a oscuras, no dejaba que nadie ingresara a su pequeño espacio. sin embargo, esta situación no sucedía año anteriores cuando aun no vivíamos en aquella casa.

 

Esa misma noche que el doctor atendió a mi padre, mi madre decidió dormir conmigo, decía que mi padre necesitaba espacio en la habitación para descansar bien, que, a veces no la dejaba dormir porque hablaba incoherencias cuando estaba sonámbulo y eso, de alguna forma, la asustaba.

 

Pasaron algunas semanas y mi madre seguía durmiendo conmigo en mi habitación, pero, los últimos días la situación había empeorado, ya que, todas las noches mi madre rompía en llanto y rezaba, aun no entiendo porqué lo hacía, mas, eso la tranquilizaba y le ayudaba a dormir; sobre mi padre, no había mejoras, al contrario, ya no solo hablaba dormido como aseguraba mi madre, sino que, gritaba por las noches y se daba de cabezazos en las paredes, nadie entendía porque lo hacía, pero, al parecer había enloquecido. Una de las tantas noches sentí un ruido fuerte que me despertó, me levanté para averiguar que era, mi madre se encontraba dormida, así que, decidí no despertarla. Revisé toda la casa y no encontré nada inusual, así que pensé que el ruido venía del cuarto de mi padre y me acerqué a ver, subí las escaleras despacio para que no me escuchara llegar y abrí la puerta para introducirme en la oscuridad de su habitación, cuando repentinamente, pude observar a lo lejos que muy cerca a la cama de mi padre, habían tres personas de pie que lo estaban observando, él se encontraba dormido sin dar señales de vida. Todo esto, me causó tanta intriga, pues no había oído llegar a nadie durante la noche, entonces, me acerqué para interrogar a estos extraños visitantes, ya que, por la oscuridad solo se veían como sombras.

 

Me acerqué sigilosamente y cuando me di cuenta ya habían desaparecido, entonces, toqué el rostro de mi padre y se encontraba gélido, por un momento pensé que había muerto, e inmediatamente, me recosté sobre su pecho para lograr oír los latido de su corazón, pese a lo sucedido, por alguna razón inusual, él seguía vivo, alcé la cabeza y esas personas volvieron a aparecer, pero esta vez, hablaban en una lengua extraña que no logré entender, un frío invadía mi ser sin tener explicación alguna, por lo que quedé petrificado. 

 

Logre salir del trance y grité con todas mis fuerzas: ¡salgan de aquí!, ¡aléjense! sentía que por cada grito que daba me quedaba débil y respiraba con dificultad, tanto así, que caí al suelo, mientras, una voz macabra me decía al oído que se llevaría a mi padre y que también vendrían por mi alma, que todo estaba dado y no había solución aunque quisiera escapar, pues, todo aquel que viviera en esa casa moriría en ella; acto seguido, me desmayé, pues, no recuerdo nada más.

 

Cuando desperté, ya había amanecido y me encontraba en el suelo de la habitación de mi padre, sentí unos pasos llegar, me sentía tan débil para levantarme que solo sentí miedo sin poder hacer nada. Mi madre, había ingresado a la habitación, pues tenía que dejarle el desayuno y medicinas a mi padre,  ella, se sorprendió mucho al verme recostado en el suelo, e intentó levantarme entre sus brazos con todas sus fuerzas para llevarme a rastras hacia mi habitación. Cuando llegamos, me abrazó fuertemente como si se tratara de una despedida, me dijo entre susurros que no regresara a esa habitación, así escuchara ruidos extraños, pues, podría escuchar algunas voces y que ellas podrían perturbarme destruyendo mi vida, mi futuro, el cual, sería funesto como el de mi padre. 

 

Pasaron algunas semanas más escuchando los ruido y golpes que daba mi padre en las paredes de su habitación, hasta que, un día lluvioso, los golpes terminaron y un silencio invadió mi hogar, mi padre, había muerto. No se supo qué sucedió, solo lo encontramos recostado en su cama con el cuerpo helado y algunos rasguños en la piel. Mi madre sufrió algunos días pero su recuperación fue rápida luego de recibir la maravillosa visita de mi prima Virginia, ¡qué hermosa mujer! era perfecta para formar una familia.

 

Ella, tenía los cabellos ondulados color castaño, una sonrisa perfecta y los ojos brillantes que daban a conocer la alegría de su alma; ella, sabía hacer todos los quehaceres, además, era muy culta y refinada. Su madre, quien había sido una gran hacendada, siempre nos apoyaba económicamente y en esta ocasión, habían enviado a Virginia para traernos dinero, además de ser soporte emocional para nuestra familia. Mi madre, decía que mi prima era la candidata perfecta para ser mi esposa, mientras mi mente flotaba de amor cada vez que la oía cantar y saltar de alegría por toda la casa, ella era perfecta a pesar de tener 15 años. 

 

Virginia ayudaba a mamá en la casa, en todos los quehaceres, también, se le ocurrió que podría dedicarse a fertilizar las tierras que rodeaban la casa para realizar un jardín y plantaciones de algunos frutos, a eso se dedicó como forma de pasatiempo todas las tardes acompañada de mi madre. 

 

Pasaron dos años rápidamente, viviendo en la tranquilidad, solo que de vez en cuando, por las noches, escuchaba algunas voces que me hablaban al dormir, a pesar de ello, las ignoraba para no sentir que perdía la cordura, también, para no asustar a Virginia, porque quería hacerla mi esposa, y no sería coherente que su esposo escuchara voces nocturnas.

 

En algunos meses, Virginia cumplió 17 años, cuando repentinamente una tragedia sucedió; ella, se encontraba limpiando la casa y se había subido a una escalera para sacar las cortinas, pues, hacía el aseo como de costumbre, cuando, desde la habitación donde solía leer mi padre, apareció una sombra que fue tomando la apariencia de un hombre. Este, se acercó hasta la escalera en donde se encontraba suspendida Virginia, mientras, la miraba con ojos de fascinación; pude observar que sus manos se acercaban para empujar aquella escalera, entonces, corrí hacia aquel sujeto para alejarlo, sin embargo, caí al suelo y se escuchó un fuerte estruendo. Al voltear pude ver a Virginia tumbada en el suelo, con un charco de sangre alrededor de su cabeza, los ojos le temblaban y no podía moverse. Presa de la desesperación, atiné a tomarla en mis brazos por primera vez y sentí su frágil cuerpo como si se estuviese quebrando, la cargué entre lágrimas por temor a que se estuviese muriendo, luego, la recosté en su cama y le di un beso pidiéndole perdón por no haberla protegido.

 

Algunas semanas después del accidente, Virginia, se recuperó lentamente, caminaba con dificultad, aunque, no volvió a ser la misma de antes, ya no era alegre y risueña, por el contrario, no hablaba mucho y tenía una apariencia de seriedad en todo momento, como si la amargura la carcomiera por dentro, incluso, me miraba con cierto desprecio. En esos instantes, no entendía el porqué de su cambio, mas, su actitud, me hacía sentir culpable de lo sucedido. Una noche, me acerqué a su habitación para pedirle disculpas e implorarle su perdón, mi sorpresa fue grande cuando al encontrarme de pie junto a su puerta, escuché que conversaba con alguien, pensé, que estaba orando, hasta que escuché esas voces extrañas, que hace mucho tiempo se aparecieron en la habitación de mi padre, entonces, pude asociar todo ello con la situación de Virginia, por consiguiente, ella estaba siendo perturbada por las voces y tendría un destino fatal.

 

Pasaban los días y ella parecía consumirse por el miedo, además, de la angustia de sentir aquellas voces en la oscuridad de la noche y no poder contarnos sobre lo que le ocurría, a menudo la escuchaba discutir con mi madre, puesto que, se negaba a ingerir alimentos, solo pedía quedarse en su habitación en completa soledad, no deseaba que abrieran las cortinas, ni si quiera, los rayos del sol podían ingresar por su ventana, por lo que tomó una apariencia pálida y sin vida. Mi madre, que la quería tanto, no podía soportar verla así, es por eso, que un día, de forma impertinente, abrió todas las ventanas de la casa y puso flores en su habitación para animarla, no obstante, fue la peor decisión que pudo tomar y con suerte, la última de su vida. Virginia se levantó de la cama al ser perturbada por la luz que ingresaba por su ventana, esta, parecían quemarle todo el cuerpo y con una fuerza descomunal, empujó a mi madre contra la pared para propinarle muchos golpes en todo el cuerpo. Al oír los ruidos, corrí hacia su habitación, entonces, pude ver, cómo le lanzó un florero directamente hacia la cabeza de mi madre, fue tan fuerte el impacto, que, mi madre cayó de bruces desmayada en el suelo, con la cabeza ensangrentada. Virginia, al parecer volvió en sí, volteó para mirarme con esos hermosos ojos que ahora irradiaban tristeza, tomó mis manos, mientras, las lágrimas caían de su rostro y susurró muy despacio:  –¡ayúdame! – y con todas sus fuerzas me gritó que escapara de aquel recinto.

 

No se imaginan como se partía mi corazón al saber que ella no era la misma, en esos momentos de tragedia, me acerqué a ella e intenté abrazarla y decirle que estaría a su lado para siempre; confieso que hasta lloré, mientras, pensaba que ella reaccionaría para ser la misma de antes, sin embargo, me empujó fuertemente para salir corriendo de la casa. En esos momentos, sentí que toda mi vida se perdía, que se desvanecía como si fuera el viento; corrí detrás de ella y logré alcanzarla, para luego, terminar con su vida, pues, no concebía mi vida sin ella. Ese es mi más grande secreto y nadie puede saberlo. Además, no lo hice solo, fue por culpa de esas voces que me incitaron a realizar el acto cruel de matarla, por eso, no recuerdo cómo lo hice, solo tengo la certeza que ella, no vive más para contarlo.

 

Cuando regresé, me dio tanto miedo saber que mi madre estaba muerta, no sabía qué hacer. Las voces aparecían nuevamente para atormentarme, mientras, atinaba a mirar el cadáver de mi madre en silencio. Paso algún tiempo, cuando volví a entrar en razón y decidí escapar de la casa. 

 

Con los ruidos y gritos que se escucharon durante estos trágicos momentos, los vecinos habían informado a la policía, por lo cual, en mi intento de huir, ellos me detuvieron, e inspeccionaron la casa, para encontrar el cadáver de mi madre y culparme por su muerte. Todos los vecinos rodeaban mi casa con gran curiosidad y declararon que era un demente, que, incluso, antes había intentado asesinar a mi prima empujándola de la escalera, así fue como me declararon como un enfermo mental y llegué al hospital psiquiátrico. 

 

Ahora, moriré, antes que las voces vengan por mí. Desearía no haber vivido en esa casa para evitar tantas muertes, aunque, tal vez sea un demente y todo forme parte de mi imaginación, o quizá, ya no existo y soy una voz más, que vivirá dentro de esa casa por siempre. Salto a la muerte, también a un descanso eterno y a la felicidad que nos da la libertad. Siento el vierto recorrer todo mi cuerpo y la sangre circular cada vez más rápido, luego, siento dolor, pues, mi cuerpo acaba de golpear las rocas. 



La persecución


Este Artículo fue realizado por Berenise Haro Antezana



Berenise Haro Antezana


Este relato fue realizado por Berenise Haro Antezana 

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