Esto es guerra: Las relaciones parasociales dentro de la telerrealidad

Esto es guerra lleva transmitiéndose 18 temporadas, a través de la cadena América Televisión desde sus inicios, el 25 de Mayo del 2012, es autodenominado un "Reality show" o un programa de telerrealidad y cuenta con un formato de concurso que ha sido popular en varios países de América Latina y aunque ha sido catalogado como televisión basura por la opinión popular, multado por el Consejo consultivo de radio y televisión con S/.36.500 por infringir el horario de protección al menor, criticado por fomentar la violencia en varias ocasiones y gestor de bochornosos episodios en donde se naturalizo el morbo por la ridiculización de sus participantes, al día de hoy sigue siento uno de los programas con más rating de la televisión peruana, siendo su audiencia mayoritariamente joven y según el estudio de actitudes, hábitos y opinión sobre la radio y televisión 2014, realizado por CONCORTV, la mayoría de la población prefiere los programas de entretenimiento, entre ellos “Esto es guerra”. El programa para muchos puede ser considerado irrelevante, superficial y terriblemente morboso en sí mismo, pero definitivamente juega un papel importante en el imaginario social y en la percepción de la realidad siendo síntoma del estado en el que se encuentra la sociedad peruana. Mucho se ha discutido de cuáles son los impactos, pero es importante reflexionar sobre como este programa ha llegado a tenerlo a partir de la telerrealidad y de la relación parasocial con la teleaudiencia.

El concepto de relación parasocial fue planteado por Donald Horton y Richard Worh en 1956 y define como un individuo crea de manera inconsciente una relación de cercanía con una persona mediática, convirtiéndose en una relación unilateral, existente únicamente en el imaginario del receptor, en este caso la audiencia. Es así como “Esto es guerra” al ser un Reality Show se convierte en un ejemplo claro de como esta relación puede llegar a manifestarse pues en primer lugar los y las concursantes obedecen a un canon de belleza con el que nos encontramos familiarizados desde su estética, hasta su personalidad ya que la producción ha puesto énfasis en seleccionar participantes bajo estándares delimitados: de figura atlética, hermosos y lo más importante: Deben ocupar o haber ocupado algún lugar dentro de la farándula peruana, habiendo cumplido con esta suerte de formula, son “programados” con una personalidad fácil de clasificar, facilitando que el espectador los identifique con el objetivo de que se proyecte en estos jóvenes atractivos y que finalmente se pueda generar una posible empatía.

Aunque los juegos de competencia física que conforman el programa sitúan al espectador en un estado de conexión con el participante también llega a ser muy importante la idea ficticia de enfrentamiento con supuestas rivalidades que manifiestan los participantes al enfrentarse entre grupos tanto dentro y fuera de la competencia física, declaraciones controversiales en cuanto a problemáticas contextualmente importantes (sociales y/o políticas) aunque sean resultado de una reflexión vaga y del desconocimiento son irresponsablemente puestos al aire en un horario apto para el público en general; y supuestos romances que eventualmente se vuelven paradigmas para la teleaudiencia y cuyos detalles (peleas y reconciliaciones) son exclusivos del programa convirtiéndose en herramientas de publicidad para el programa ya que al consumirlas cual producto en las redes sociales también se estará consumiendo al programa; todo ello causa que el espectador simpatice con un grupo o personalidad, generándose gradualmente una relación parasocial.

Es así como el programa genera un público fijo, que se indigna, critica, valida y admira conductas llegando a creer que participa de manera directa dentro de un acontecimiento ficticio creado por el programa, aunque sepamos que las relaciones entre los participantes y sus personalidades genéricas no son completamente reales pero nos gustan las representaciones ficticias de la realidad pues estas nos trasladan a un estado de inconciencia en donde las situaciones “ideales” en donde la supuesta espontaneidad y la obviedad de los desenlaces dan la falsa sensación de estar participando de esa realidad ficticia, “viviendo” las incidencias generadas por el participante causando que la teleaudiencia quiera estar enterado de todo lo que ocurre en la pantalla y fuera de esta, es por ello la importancia de la presencia de los concursantes en las redes sociales como capital humano que puede venderse desde que amanece hasta anochece, merchandising de carne y hueso e interminable del programa. El propósito es no dejar nada a la imaginación, dejando de lado lo que sucede alrededor de la competencia física para dar un lugar protagónico a la telerrealidad.

Esto no es para nada nuevo pues, pareciera que la apuesta de la programación televisiva de las productoras peruanas no ha cambiado mucho durante las últimas décadas, en los noventa la población peruana fue testigo de la manipulación mediática mediante la puesta al aire de programas como “Laura”, un talk show – reality que no hizo nada mas que provocar la reflexión y opinión ante casos ficticios dando lugar al morbo y a la denigración de los invitados provocando el adormecimiento de la conciencia en el espectador, generando una relación parasocial con la conductora y sus invitados convirtiéndose en un programa que ocasionaría la naturalización de conductas moralmente cuestionables y que así como en el caso de “Esto es guerra” también provocó una relación de imaginaria amistad y admiración.

Las relaciones parasociales dentro de los programas de telerrealidad favorecen el rating del programa pero que no es tan inofensiva para la teleaudiencia ya que al proyectarse en los participantes y al validar conductas, opiniones y situaciones; estas llegan a naturalizarse, aprobarse por más moralmente erróneas que sean y a imitarse como resultado de la admiración y en un esfuerzo de aprobación imaginaria del emisor reflejando así el impacto de la existencia de este tipo de programas y al mismo tiempo evidenciando su éxito, reafirmándose el porqué de su permanencia al aire.





Bibliografía:
Talavera, G. (2017). Entre el entretenimiento y el autoconocimiento. Pontificia universidad Católica del Perú, Lima.
Centeno R. (2016). Tv basura: El caso de los programas juveniles Combate y Esto Es Guerra. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.

Publicar un comentario

¡Coméntanos tus ideas! (0)

Artículo Anterior Artículo Siguiente