La poeta peruana María Emilia Cornejo Márquez nació en Lima en el año de 1949 y aunque se fue o decidió irse de este plano al que llamamos realidad, realidad que queremos comprender bajo aquella ceguera de la insensibilidad a la sublime sensación del arte, fue una de las poetas más influyentes de la generación del 70, siendo transgresora, una viajera en el tiempo con relación a sus obras y a pesar de ello, parcialmente olvidada, porque a veces así es, las mujeres rebeldes en el arte, aquellas que nos arrojan ese balde de agua fría y revivir Pompeya con la intensidad de sus sentimientos... de ellas preferimos callar, quiero pensar a estas alturas que es por que nos dejaron sin palabras y así era María Emilia Cornejo, ella dejaba sin palabras.
Estudió en la Facultad de Letras, especialidad Literatura, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y participó del taller de poesía que dirigían Hildebrando Pérez Grande y Marco Martos. Es considerada la iniciadora de la poesía erótica femenina en el Perú, aunque fuese criada en un hogar altamente catolico, se acercó a la teología de la liberación durante su vida universitaria, para liberarse y liberarnos de prejuicios que incluso aquejan a las manifestaciones artísticas y es que María Emilia tenía mucho en contra: era mujer, rebelde y libraba una lucha constante en contra de la injusticia, utilizando sus versos como navajas, apuñalando directamente en el conservadurismo limeño de la época.
Impúdica, sexuada y cruda se abrió paso en las voces de la poesía femenina o la llamada poesía del cuerpo ya durante los años 80, representada por la misma Carmen Ollé y por un grupo de audaces veinteañeras inspiradas en ella como Rocío Silva Santisteban, Patricia Alba y Mariela Dreyfus, a partir de la publicación Noches de adrenalina, así mismo sería publicada por el Centro de la mujer Flora Tristán, un poemario real con fragmentos desordenados, quizás una pequeña ventana de su alma, este poemario se tituló En la mitad del camino, una frase que repetía con frecuencia en sus versos y que forma parte del título de esta entrada.
Se casó muy joven con un compañero de la Unión de Estudiantes Católicos, Oswaldo (Coco) Márquez, las preocupaciones sociales de la pareja los llevaron a vivir en Caja de Agua, en la vecindad de los migrantes que comenzaban a establecerse precariamente en los terrenos de San Juan de Lurigancho. En algún punto la relación de pareja se quebró y ella también; comenzó a frecuentar círculos de poetas de vida bohemia, entre los que ya entonces destacaba por su talento y su desorden vital; en algún momento difícil de precisar, quedaría embarazada pero un aborto natural interrumpió la vaga ilusión de una maternidad compensadora de tantas desdichas y así llegó la noche de la desolación sin remedio posible, combinó el alcohol con una sobredosis de tranquilizantes que había comprado en diversas farmacias a lo largo del día. Cuando se sintió desfallecida, llamó a Coco, pero ya era demasiado tarde. Coco trató de hacerla reaccionar y en la mañana la dejó en la casa de sus padres, quienes a su vez la llevaron a un hospital. Allí murió a poco tiempo de ser ingresada en 1972.
Coco no quiso hablar de ella nunca más.
María Emilia era frágil y fuerte a la vez, como artista sentía con intensidad y no estaría jamás exenta al dolor y a pesar de ser una poeta talentosa, en la intimidad el desamor, la depresión y el peso de la incomprensión, la publicación de su esencialidad femenina se vio truncada por la muerte a sus cortos 23 años., pero dejó en sus cuadernos actos legítimos de auto desnudamiento emocional. Uno de ellos, «Tímida y avergonzada» que revela valientemente los sentimientos de temor y de pudor de su iniciación sexual. Otro, con tono de amarga protesta, «Como tú lo estableciste», es un grito de rebeldía contra los consejos de una figura de madre-suegra autoritaria, representante de la moral convencional. Y el tercero, el más famoso, es una desafiante declaración de libertad sexual, resultado de arduas batallas consigo misma, una mordaz ironía y una sombra de culpabilidad:
soy
la muchacha mala de la historia la que fornicó con tres hombres y le sacó cuernos al marido,
soy la mujer
que lo engañó cotidianamente
por un miserable plato de lentejas,
la que le quitó lentamente su ropaje de bondad hasta convertirlo en una piedra
negra y estéril,
soy la mujer que lo castró
con infinitos gestos de ternura
y gemidos falsos en la cama.
soy
la muchacha mala de la historia.
Ser el malo o la mala de la historia, alude con subtonos irónicos al proceso de estereotipar negativamente, sin razones valederas, a uno o una de los protagonistas de un suceso. Por eso mismo, sería descaminado tratar de reliteralizar la declaración con la que se abre y se cierra el poema («Soy la muchacha mala de la historia») y así dar por sentado que la alter ego poética de María Emilia Cornejo expresa una autocensura a la manera de una pecadora que se confiesa transmitiendo la reacción de una mujer que en un gesto de ambivalente mimetismo parece aceptar los reproches de su pareja al mismo tiempo que los invalida a fuerza de hiper- bolizarlos. Leído desde esta óptica, «Soy la muchacha mala de la historia» no es un himno a la libertad sexual de la mujer ni el testamento de una poeta maldita. Es tan solo el testimonio de un acto de coraje: el de atreverse a parodiar sutilmente la hipocresía de ciertos discursos masculinos y a expresar sin tapujos lo que una mujer de su época podía hacer, pero no decir.
Reisz,S. (2021). María Emilia Cornejo. Bibliografía Esencial. Perú. Hipatia Ediciones E.I.R.L.
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