El corazón está a la izquierda y la sangre es roja


Porque el corazón está a la izquierda y la sangre es roja. Recuerdo haber escuchado está frase más de una vez en distintas personas que afirman sentirse de izquierda, confieso que en algún punto de mi formación también vociferé tales palabras, palabras a las que ahora no le encuentro más que un sentido biológico y que en política poco o nada tiene que ver.

Sin embargo, en alguna oportunidad de ocio, recuerdo que en una conversación sobre la reciente salida de la camarada Maritza Garrido Leca, mi interlocutor contestó que, dentro de la teoría marxista, o en el marxismo como tal, existe un concepto denominado identidad de clase: que parafraseando un poco lo que me dijo: es cuando alguien nace rico, pero siente afinidad por los menos privilegiados.

Tal definición me dejó reflexionando en el tema de la izquierda peruana, un movimiento que, desde los años ochenta, políticamente no ha tenido mucho éxito.

Prueba de ello son los cientos de partidos que en los últimos 6 años se han conformado y a su vez desintegrado. Líderes políticos que ocasionalmente aparecen en grandes marchas, pero solo cuando quieren aparecen en cámaras, porque por cuenta propia no adquieren tanta relevancia como aquellos a los que curiosamente acusan de populistas y oportunistas.

Desde el panorama que me fue presentado, puedo afirmar que jamás contemplé algún izquierdista que no sea caviar. No creo necesario dar una definición de lo que la palabra caviar significa a estas alturas.
Teóricos en el caso de algunos profesores o simplemente personajes con egos tan inflados que en un acto de humanidad salen de sus burbujas (lo cual seria realmente bueno si así fuera) para ayudar a las clases B y C, y sí, solo hasta esas se quedan, porque no va con ellos, adentrarse en terrenos donde ni la teoría ni el oportunista de campaña llegan.

A opinión personal, la izquierda nacional, es un acto más dentro del circo político que el país y sus habitantes deben conllevar.

Lo que realmente sorprende, es su capacidad camaleónica de adaptarse a cuanta corriente política aparezca, algunos ahora son defensores de animales, feministas, pro – comunidad gay, y un largo etc.
La alabanza a personajes que más allá de teoría (repetida) no dejan nada aplicable a la realidad que golpea, día a día despiadadamente; tal como diría Alex DeLarge (sin duda uno de mis personajes favoritos del cine): son cerdos que nos arrojan a la vieja ultra violencia.

Héroes rojos como El Che, despiertan muchos corazones izquierdistas, porque en realidad representa más una marca que un ideal, un simbolismo carente de significado político, al cual la caviarada peruana rinde culto como a un santo.

Sin dudas, los otros personajes más ultrajados para la inspiración de libros, son José Carlos Mariátegui y Túpac Amaru II, y sobre este último, en aras del gran bicentenario, se han atado sogas nuevamente a sus brazos y piernas, pero ya no para torturarlo, sino para exprimir su potencial.

Queda claro que en un mundo donde se necesitan héroes y villanos, la izquierda fanfarrona es solo un patiño bobo, que jamás aparece, a menos que sea para ponerse en ridículo a sí misma, y mientras no haya alguna mutación que cambie de lugar la ubicación del corazón o el color de la sangre, esa bendita frase, seguirá siendo el eslogan perfecto, para la caviarada peruana.

El corazón está a la izquierda y la sangre es roja

Caricatura realizada por Markanfain.

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