Hoy,
en esta fría noche, me acompaña tu retrato y una taza de café.
Café
que refleja el color de tus ojos y el de tu cabello.
Reflejos
del alma que incitan desesperadamente a unirme a ti
para
envolvernos entre sabanas y dejar que nuestros cuerpos se fundan
en
el calor de la pasión de esta fría noche,
noche
inacabable que tú y yo podemos vencer.
Fuimos,
por mucho tiempo, dos almas inquietas
disfrutando
lo dulce y amargo de nuestros labios,
vagando
en el horizonte de esta vida incierta,
forjando
un futuro imaginario.
Hoy
solo me queda tu sonrisa en el recuerdo,
rezagos
de aquella promesa vieja,
el
vino amargo con desazón del infortunio
y
memorias de aquellas tardes que irán envejeciendo
Como
flores marchitas de otoño.
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