Perro doméstico
Fuente: Instagram @Balltze
El descubrimiento más importante que avala esta teoría, sería el especimen hallado en una cueva de la cordillera de Altai al sur de Siberia. Se cree que este especimen muy bien conservado tiene una antiguedad de 32,500 años aproximadamente. Las buenas condiciones en las que se encontraba permitieron determinar que su morfología era mucho más semejantes a las de un perro que a las del lobo en aquella época. Los estudios de biología molecular han determinado también que en la zona donde se encontró este espécimen no existió presencia humana. Esto solo podría significar que el perro de Razboinichya, como se le conoce científicamente, podría tratarse como un perro primigenio en vez de una raza antigua de los mismos.
Restos del proto-perro de Razboinichya
Fuente: Doogweb
Protoperro de Bélgica (26,000 A.C.)
Fuente: Diario El Mundo
Ahora resulta muy interesante mencionar el reciente hallazgo de Emily Shuldiner, quien a través de la revista Science Advances de la Universidad de Princeton, identificó coincidencias importantes entre la arquitectura genética del síndrome de Williams-Beuren y la docilidad canina. El síndrome de Williams-Beuren, en los humanos, es un transtorno genético poco común, el cual tiene características de hipersociabilidad. Como resultado los individuos que padecen de este síndrome tienden a desarrollar una personalidad muy amigable, desinhibida, entusiasta y gregaria. Bridgett Von Holdt, coautora del presente estudio, sugiere que esta fue una adaptación importante del lobo en su evolución hacia el proto-perro.
Finalmente, un estudio poco conocido pero muy apasionante realizado por el genetista ruso Dimitry Belyaev nos ayuda hoy en día esclarecer una de las más grandes incógnitas en su campo; ¿es el comportamiento de los animales salvajes domesticados heredable? Belyaev mantenía la hipótesis en la cual la docilidad era un factor crítico por lo que llevó a cabo un experimento en el cual se trataría a dos grupos de zorros grises como animales de compañia para el hombre, es decir, como si fueran perros. El primer grupo consistía en zorros "normales" o salvajes, naturalmente agresivos hacia el hombre, mientras que el segundo grupo contenía zorros selectos que mostraban docilidad e interés en la interacción con humanos. Cuarenta generaciones después se observó cambios impresionantes puesto que el último grupo de zorros no mostraba hostilidad ni temor hacia los extraños e incluso demostraban afecto lamiendo, jugando y moviendo la cola de forma similar a los perros. Sin embargo, los cambios más llamativos fueron sin duda alguna los fisiológicos, ya que sus cráneos, mandíbulas y orejas habían perdido su forma característica; el tamaño de la cola se había reducido, el color de su pelaje había cambiado e incluso perdieron el penetrante e inherente olor de los zorros grises.
El llamado "experimento Belyaev", hoy en día, es continuado por científicos en Estados Unidos y Rusia, y ha demostrado uno de los principales aspectos en la evolución de aquellos que son ahora, más que nuestras mascotas, individuos ireemplazables de nuestra familia.
No me puedo despedir sin agradecer las increibles ideas de Patrick San Martín en la elaboración de este artículo y, por supuesto, sin un adecuado cierre visual.
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