En el folclore alemán existe una leyenda sobre un hombre que vendió su alma al diablo a cambio de tener gran conocimiento sobre las ciencias; la leyenda de Fausto y su trato con Mefistófeles teje una de las historias más fantásticas y su origen data de épocas anteriores a la obra de Goethe.
Una leyenda que ha navegado en el tiempo y que se ha convertido en una analogía perfecta para asociar el éxito o habilidad de las personas para cierto campo; creo yo que el campo más asociado a los tratos con el diablo o sus representantes se da en la música, una prueba de esta afirmación es la historia de Niccolo Paganini, que a causa de su virtuosismo en el violín y su sombría manera de dar sus presentaciones fue señalado de haber realizado un trato, otro nombre que se me viene a la mente al pensar en estos temas es Robert Johnson, un músico de los años 30´s cuya historia de éxito inicia una noche luego de encontrarse al diablo en el cruce de dos caminos, tal como cuenta su leyenda.
Niccolo Paganini
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La imagen del diablo es un elemento simbólico muy presente en la música, y como vemos con los ejemplos mencionados, no es cosa reciente. Particularmente en el metal y sus subgéneros el simbolismo diabólico está más presente, pero esto generalmente ha sido usado como una forma de mercadeo, como lo hizo la banda de heavy metal Black Sabbath haciendo buen uso con lo que los medios difundían de ellos con uno de sus primeros trabajos musicales. Pero no siempre es en el metal donde se encuentran estás simbologías; algunos casos ocurren en otros géneros musicales, que, aunque no hacen uso explícito de elementos como un pentagrama o un crucifijo invertido, sí que hay cosas asociadas al ocultismo, sobre todo con un personaje.
Durante el siglo XX un personaje relacionado con la magia pasó a ser parte de la cultura popular, llegando a ser ídolo para algunos músicos como Jimmy Page (guitarrista de Led Zeppelin) e incluso llegando a ser parte de una de las portadas más recordadas del rock inglés (Sgt. Pepper´s lonely hearts club band – The Beatles). El impacto de su figura en el mundo de la música ha sido tan resaltante que algunos artistas como Ozzy Osborn le han dedicado canciones.
Aleister Crowley, segunda persona en la parte superior izquierda.
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Hoy con todo lo que conocemos y con todo lo que la globalización nos ha ofrecido, seguir creyendo en pactos diabólicos a cambio de fama y dinero suena más bien a algo supersticioso, un hecho que en la modernidad no tiene cabida; no obstante, la formación de empresas y la creación de productos es la nueva tendencia o el nuevo negocio, que a fin de cuentas, termina siendo igual que un trato de todo a cambio de tu alma; por ejemplo el caso de los ídolos coreanos, cuyos integrantes pasan por su proceso de selección y entrenamiento para alcanzar los estándares marcados por el mercado; es que ahora, donde todo es desechable, ser artista requiere más que talento, es también estar dispuesto a ser una marca, un producto que finalizado su ciclo, no será siquiera historia. Probablemente nuestro instinto primitivo nos lleve a seguir creando y creyendo en ídolos, tal como surgieron los cultos, de acuerdo a Durkheim, tal vez, sociologisando algo meramente económico como la ley de Wagner, podemos explicar este fenómeno; ya que, las razones son similares, a medida que la sociedad ha ido creciendo con cambios tan significativos como la globalización, nuestras necesidades se han acoplado a este desarrollo, entonces no es de extrañar que también el aprecio por las manifestaciones culturales como la música sea también un placer breve en nuestras rutinas.
Logo de Sony Music
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Aunque líneas arriba mencioné que en medio de la evolución social que presenciamos las supersticiones no tienen lugar, bueno lo cierto es que, somos una especie curiosa, a la que los cuentos e historias de conspiración le hacen felices, por esta razón seguir pensando en tratos con el diablo a cambio de favores o que existen organizaciones secretas que dirigen todo como una función de marionetas detrás del telón, es algo que mucho material para alimentar la imaginación y por qué no, crear más artistas (o productos). ¿No?
Fausto, grabado de Rembrandt
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